EL QUINTETO “LA TRUCHA” DE SCHUBERT

Hace unos días, coincidiendo con mi cumpleaños, recibí un regalo muy especial enviado por un amigo también muy especial. Se trata de un DVD con una grabación histórica que ya conocía por audio pero que nunca había llegado a disfrutar en su versión de documental cinematográfico.

La obra

Se trata del Quinteto para piano en La mayor «La trucha» D. 667, obra del compositor Franz Schubert  que fue publicada y estrenada título póstumo, ya que el músico murió joven y sin mucha fama, pues a pesar de su gran talento, nunca consiguió vivir de su música; eran sus amigos quienes le costeaban sus gastos. Con ellos celebraba las famosas schubertiadas, reuniones de intelectuales y artistas, en las que presentaba sus creaciones.

La obra se caracteriza por una estructura constante en todos sus movimientos y un color tonal innovador. Además, Schubert modificó el quinteto tradicional —piano, dos violines, una viola y un cello—, y acopló el piano con un violín, una viola, un cello y un contrabajo, para crear una atmósfera más profunda en la música. El Quinteto “La trucha” habita un mundo emocional proclamado ya por su tonalidad (un radiante La mayor), por ese rotundo acorde de los cinco instrumentos que da comienzo a la obra y, por supuesto, por el lied elegido esta vez para, igual que había sucedido en el Cuarteto D. 810, urdir una serie de variaciones. Seguramente, Schubert jamás habría imaginado que su quinteto sería interpretado 150 años después en el Queen Elizabeth Hall de Londres.

En uno de sus frecuentes viajes a Steyr con el cantante Johann Michael Vogl, Schubert conoció a Sylvester Paumgartner, organizador de veladas musicales en su casa y que fue quien lo animó a escribir una obra con la misma instrumentación del entonces recién aparecido Quinteto Op. 87 de Hummel, con un cuarteto de cuerda sin segundo violín pero con contrabajo, mas el añadido del piano. El manuscrito de la obra se ha perdido, pero diversos aspectos técnicos de la escritura apuntan a 1819 (el año en que Schubert visitó por primera vez Steyr en verano) como la fecha de composición, que es deudora de Die Forelle no solo en el Andantino, el escrito en forma de variaciones, sino también en el resto de los movimientos, exceptuado el Scherzo, en los que encontramos figuras relacionadas con los característicos seisillos del acompañamiento pianístico de la canción, manteniendo casi siempre intacta su innata querencia ascendente.

La grabación

La grabación que ahora fue realizada en 1969 por  cinco intérpretes, muy especiales, que individualmente alcanzaron una gran fama internacional y uno de los cuales (ella, Jacqueline du Pré, la única mujer del quinteto) falleció con sólo cuarenta y dos años. Los cinco eran amigos, los cinco se sabían tocados por los dioses y los cinco llenaron de luz con su interpretación una de las obras más luminosas de la literatura camerística.

Ya en 1969 –fecha de la grabación– eran considerados como grandes virtuosos y, de hecho, se pensó que la relevancia que cada uno tenía como solista podría no funcionar en un ensamble donde todos deberían tener un mismo protagonismo. Pero no fue así.

Los intérpretes

Daniel Barenboim (1942), argentino, uno de los mejores directores de orquesta de nuestros tiempos, al piano.

Itzhak Perlman (1945), palestino, virtuoso del violín.

Pinchas Zukerman (1948), violinista, director de orquesta, que para este concierto tocó una viola del siglo CXVI —prestada por el coleccionista Charles Bier—.

Jacqueline du Pré (1945- 1987), inglesa, cuyas extraordinarias manos hicieron sonar el legendario violoncello Davidov Stradivarius.

Zubin Mehta (1936), parsi nacido en Bombay, director de las mejores orquestas del mundo, tocó el contrabajo a pesar de tener —para entonces— nueve años sin hacerlo para el público.

Hacer clic en este texto para escuchar

Ha sido para mi una delicia disfrutar del concierto completo, realizado el 30 de agosto de 1969 en el Queen Elizabeth Hall de Londres, poder ver a los intérpretes en sus respectivas presentaciones, los ensayos, los preparativos y, al fin, el concierto en vivo que el cineasta Christopher Nupen grabó en forma de un ya mítico documental en el que utilizó cinco cámaras de 16 mm. Un aclamado cortometraje estrenado en 1970, que ganó el premio Czech Crystal Award, en Praga.

 

 

 

 

 

 

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