BEETHOVEN, LA 5ª SINFONÍA, CARLOS KLEIBER Y LA GENIALIDAD COMPARTIDA.


Obras musicales “demasiado conocidas”

A veces ciertas obras musicales quedan relegadas en un rincón de nuestra discoteca por ser “demasiado conocidas” o tal vez por haber sido escuchadas “demasiadas veces”. Da la impresión como si siempre fuéramos con prisa y tuviéramos que dedicar el tiempo a descubrir lo “nuevo” y no a repetir la audición de obras que creemos conocer hasta la saciedad. Craso error.

En primer lugar quiero matizar que al hablar de obras “demasiado conocidas” me refiero a aquellas que podría tararear casi cualquier persona, incluso quienes no sienten especial interés por la llamada música clásica. Se trata composiciones que, por méritos propios y por su aparente sencillez de compresión, se han incorporado al poso de la cultura popular. Son las típicas obras musicales que se suelen citar cuando a alguien se le pregunta por sus gustos en música clásica. Podríamos mencionar como ejemplo la “Quinta Sinfonía” Ludwig van Beethoven, la “Novena Sinfonía” (o Sinfonía delNuevo Mundo)” de Dvorak, los conciertos de “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi, valses como “El Bello Danubio Azul” de Johann Strauss II, algunos temas del ballet “El Lago de los Cisnes” de Tchailovsky y así hasta un largo etcétera que cualquier lego en música clásica sería capaz de identificar sin dificultad escuchando apenas unos compases.

 

Que error, que inmenso error…

Omitir estas obras en nuestras audiciones domésticas es un error muchas veces frecuente que hoy he querido enmendar haciendo una audición de la Sinfonía No. 5 de Beethoven. En esta ocasión he querido que todo fuera distinto y hasta poner toda mi atención como si fuera la primera vez que escuchaba la obra. Es mas, he fantaseado con la idea de encontrarme entre el público que asistió a su estreno, en el concierto dirigido por el propio compositor en el Theater an der Wien de  Viena el 22 de diciembre 1808.

Para este “viaje musical en el tiempo” he seleccionado cuidadosamente entre las docenas de versiones que poseo de la obra y finalmente me he decantado por la versión de Carlos Kleiber de 1974 con la Filarmónica de Viena, una grabación considerada por muchos como una referencia e incluso como “la versión definitiva”.

Un director singular

Carlos Kleiber (1930-2004) fue un director singular, tremendamente autoexigente, riguroso y casi con toda seguridad estigmatizado por una compleja personalidad. Kleiber era un mago de la dirección que parecía vivir en comunión directa con el mismísimo espíritu de la música. Su forma de dirigir y de ensayar no atendía nunca a razones, a técnicas, ni a logística alguna. Se dejaba inspirar por la música y eso sólo le bastaba para que los músicos pudieran seguir sus órdenes a través del movimiento de sus ojos mas que el de sus manos. Su capacidad para realizar los accelerandi orquestales era prodigiosa y las transiciones entre los tempi estaban perfectamente estudiadas y no obedecían a simples “arrebatos” originados por el subconsciente.

Sin embargo, Kleiber nunca creyó en su genialidad al sufrir un complejo de inferioridad inspirado por la figura y el recuerdo de su severo padre, el también excelso y mundialmente reconocido director orquestal Erich Kleiber (1890-1956). Pero no me extenderé en un análisis de la personalidad de este director siendo que no descarto hacerlo mas adelante con un artículo monográfico que sin duda merece.


Beethoven, Carlos Kleiber y yo.

Volviendo a mi audición de la Quinta Sinfonía de Beethoven, confieso que mientras la escuchaba he conseguido deleitar todos mis sentidos y paladear la sinfonía al tiempo que intentaba descubrir no solo sus mas íntimas esencias sino también aprehender la magnificencia del compositor y la atormentada lucha interior de un director que siempre intentó aproximarse a la perfección técnica de su padre sin creerse capaz de conseguirla en una inconsciente lucha por obtener la aprobación de su progenitor.

Ya al final de la audición de la sinfonía, hechizado y pletórico de sensaciones y en pleno éxtasis inducido por la eclosión del apoteósico cuarto movimiento que surge fundido con el final del scherzo, he llegado a tres conclusiones:

1-   Jamás arrinconaré ninguna obra musical en mi discoteca por considerarla “popular”, ser excesivamente “conocida” o haberla oído demasiadas ocasiones, ni tampoco renunciaré a escucharla las veces que considere oportuno o sienta la necesidad de hacerlo.

2-   La Quinta Sinfonía de Beethoven es una de las mas grandes obras escritas a lo largo de la historia de la música.

3-   Posiblemente, la versión de la Quinta Sinfonia de Beethoven de Carlos Kleiber sea de las mejores que nunca he escuchado y sin duda  supera con creces a las que dirigió su padre. Esto es al menos lo que ahora siento y pienso, aunque tal vez, pasados unos días, alguien me preguntará y le responderé que mi favorita vuelve a ser la Quinta Sinfonía del 27 de mayo de 1947 perteneciente al segundo concierto que dio Furtwängler con la Filarmónica de Berlín tras permanecer dos años apartado de la dirección debido a su supuesta relación con el régimen nazi.

Reconozco que los amantes de la música cambiamos de parecer con relativa facilidad, tanto como tendemos a sentirnos influenciados por aquello que acabamos de escuchar siempre que sea algo que merezca la pena ser disfrutado como esta tarde me ha ocurrido con “el Beethoven de Carlos Kleiber”.

 

Alberto Soler Montagud

 

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