OTRO MÚSICO VÍCTIMA DEL HOLOCAUSTO – EL LEGADO DE MARCEL TYBERG

 

OTRO MÚSICO VÍCTIMA DEL HOLOCAUSTO


Tras permanecer en el olvido durante varios decenios, el compositor, director y pianista Marcel Tyberg (Viena 1893-Auschwitz 1944)  ha sido recuperado para deleite la comunidad musical gracias a la tenacidad de  Enrico Mihich, un médico de origen suizo asentado en los Estados Unidos, y a la ayuda de JoAnn Falletta, directora de la Orquesta Filarmónica de Buffalo. Las peripecias que a Tyberg le correspondió vivir a lo largo de su vida así como el rocambolesco modo en que  sus partituras han llegado hasta nuestros días confieren unos tintes netamente novelescos a la biografía de éste, hasta ahora, ignoto compositor.


Austria: Infancia y juventud.

Marcel Tyberg nació en el seno de una familia compuesta por su madre, Wanda Paltinger, una excelente pianista, y su padre, Marcel Tyberg igual que él, que fue un destacado violinista en la Viena de principios del siglo XX. Tyberg padre mantuvo una excelente relación con el patriarca musical Jan Kubelik que se perpetuaría en la que mas tarde compartirían sus respectivos vástagos, Marcel y Rafael (este último se acabaría convirtiendo en el prestigioso violinista, compositor y sobre todo director de orquesta que cualquier melómano habrá identificado de inmediato).

Aunque es poco lo que se sabe acerca de la educación musical recibida por Tyberg, los amplios conocimientos de orquestación, contrapunto y armonía que se evidencian en  sus obras hacen mas que probable que en su formación  interviniera alguien mas que sus padres. Hay ciertos datos, como el hecho de que la familia Tyberg viviera en la capital austríaca en aquella época así como su amistad con el violinista y director Rodolfo Lipizner, que apuntan a que ambos fueran alumnos de la Academia Musical de Viena durante los años en que Tyberg compuso su Primera Sonata para piano (1920) y su Primera Sinfonía (1924).

 

Croacia: La madurez del compositor

En 1927, los Tyberg se trasladaron a Abbazia, una ciudad situada a orillas del Adríatico, entre Italia y Yugoslavia, al ser contratado el padre como violinista de la Orquesta Sinfónica de Abbazia. Pero al poco de instalarse en su nueva residencia, se produjo la repentina muerte del cabeza de familia y Marcel y su madre decidieron no regresar a Viena siendo que el joven músico había encontrado trabajo como organista  de varias iglesias locales y subsistía también al impartir clases de armonía así como con los beneficios que le reportaban ciertas partituras de música ligera (rumbas, tangos y valses) que componía bajo el pseudónimo de Hasta Bergmar.

En el lado serio de su labor compositiva, Tyberg no abandonó la serie sinfónica iniciada con su Primera Sinfonía y compuso una segunda y una tercera, así como dos misas, una sonata para piano  y una colección de lieder. Aunque no se conoce la fecha exacta, está contrastado que en un momento indeterminado de la década de 1930, la Orquesta Filarmónica Checa estrenó su  Sinfonía No. 2 dirigida por el entonces jovencísimo Rafael Kubelik. Se sabe también que la Orquesta Sinfónica de Abbazia tuvo como director permanente en 1927 al antes mencionado Rodolfo Lipizner quien, años después, cedería la batuta de la formación a su amigo Marcel Tyberg.

En Abbazia, Tyberg completó la Sinfonía No. 8 (Inconclusa) de Schubert a la que incorporó sus propios Scherzo y Finale (1928). Otras composiciones de Tyberg fueron: Segunda Sinfonía (1931), Sexteto ( 1932), Primera Misa (1934), Sonata para piano de segunda (1935), Trío (1936), Segunda Misa (1941) y la Tercera Sinfonía (1943).

 

Detención y deportación de Marcel Tyberg por los nazis.

Cuando los nazis ocuparon el Reino de Yugoslaviaa principios de la Segunda Guerra Mundial, surgió Croacia como un “estado independiente” títere de los nazis para el que el III Reich designó delegado especial de asuntos civiles encargado de que se cumplieran, entre otras, las leyes nazis que afectaban a los judíos y que obligaban a censar a quienes tuvieran un antepasado judío en sus últimas siete generaciones. La madre de Tyberg, temerosa y obediente ante las disposiciones impuestas por los militares alemanes, informó de la existencia un bisabuelo judío y a partir de entonces, a Marcel vivió obsesionado por la posibilidad de que los nazis lo deportaran a un campo de concentración, circunstancia que finalmente se dio interrumpiendo así su carrera musical justo después de que hubiera completado su Tercera Sinfonía.

Tal era el miedo que sentía Marcel Tyberg que, en previsión de su posible detención, confió todas las partituras de sus obras, así como sus escritos personales, a su íntimo amigo el doctor Milan Mihich, autorizándole mediante un documento para que tomara cualquier decisión que ayudara a preservar su legado musical para la posteridad.

Sólo unos días antes de que la Gestapo lo detuviera en una redada nocturna, Marcel Tyberg reunió a varios de sus amigos y compartió con ellos en un emotivo e improvisado concierto algunas de sus obras interpretándolas en el órgano de la iglesia de Volosca.

Marion Schiffler, que estuvo presente en aquella premonitoria velada musical, dejó constancia de la misma en un libro de memorias que fue publicado por un periódico alemán en la década de los cincuenta.

“Estremeciéndonos y temblando escuchamos el flujo ininterrumpido de sonidos que iban desde alegres melodías pastorales a los más grandes estallidos al estilo de Beethoven. Resplandeció el rostro transfigurado de Marcel y su feliz sonrisa en la oscuridad. Había en él una alegría infantil y una ternura que sólo las grandes almas manifiestan poco antes de su regreso a casa. Las lágrimas corrieron por mis mejillas. Todos teníamos la sensación de que en breve ya no estará con nosotros. Tal vez él lo sintió también, pues parecía como si tuviera que cumplir con algunas tareas finales al interpretar su música para sus amigos al presentir que no volvería a hacerlo. En cuanto terminó nos abrazó en silencio, totalmente agotado, y sólo pudimos dedicarle unas vacilantes palabras de agradecimiento por lo que era su último regalo. Nos estrechamos la mano, una tras otra. Aunque no fue capaz de pronunciar una sola palabra, sonrió amable e ingenuo, como si quisiera hacernos partícipes de una desconocida gracia. En esa antigua y oscura iglesia, Marcel se levantó como un santo en medio de nosotros. Un rayo de la primera luz de la luna entró en ese momento través de la ventana iluminando de pleno su rostro tranquilo. Fue la última vez que lo vi. Durante una incursión nocturna a los pocos días fue detenido por la Gestapo. Todos nuestros intentos por conseguir su libertad resultaron infructuosos. Nadie estaba autorizado para visitarlo y como ocurrió con tantos otros, nunca volvimos a saber de él y lo único que escuchamos unos meses más tarde fue la falsa noticia de su suicidio. Marcel se convirtió así en uno de los sin nombre, uno de los muchos desconocidos que sufrieron y murieron. Su memoria se mantiene viva y tranquila en los corazones de quienes fuimos sus amigos y e los que su obra sigue existiendo”.
Marion Schiffler

 

El Legado de Tyberg

En contra de la noticia propagada en su día acerca del posible suicidio de Marcel Tyberg, no hace muchos años se supo que el músico fue deportado a dos campos de exterminio, primero al de San Sabba y posteriormente al de Auschwitz donde finalmente murió el domingo 31 de diciembre de 1944.

En 1945, con el fin de la guerra y tras la implantación del comunismo en Yugoslavia, el doctor Milan Mihich huyó con su familia a Milán llevando consigo el legado musical de Tyberg. Tras la muerte del médico en 1948, las partituras con la música de su amigo Marcel Tyberg pasaron a su hijo Enrico Mihich, entonces estudiante de medicina en la Facultad de Milán.

Años mas tarde, Enrico se trasladó a los Estados Unidos, concretamente a la ciudad de  Buffalo, donde trabajó como asociado en el Roswell Park Cancer Institute, centro donde ha ejercido hasta la actualidad.

Mihich siempre mantuvo a buen recaudo el legado musical del amigo de su padre y tras casi cincuenta años de intentos infructuosos encaminados a que algún director accediera a estrenar alguna de las obras de Marcel Tyberrg  (hubo incluso un abortado intento para que Rafael Kubelik lo hiciera en 1980), Entico Mihich encontró la persona adecuada en JoAnn Falletta, la actual directora de la Orquesta Filarmónica de Buffalo.

Tras obtener los fondos necesarios para el estudio, revisión e impresión de las partituras a partir de los manuscritos originales, el doctor Mihich y la Foundation for Jewish Philantropies de Buffalo (Fundación para la Filantropía Judía en Buffalo), rescataron para la posteridad el legado musical de Marcel Tyberg y lo plasmaron en lo que tal vez sea el más importante y reciente descubrimiento de una de las muchas vidas y carreras que  truncaron la sinrazón de la guerra y la locura del nazismo.

 

OBRAS DE MARCEL TYBERG

▪                “Primera Sonata para piano” 1914-1920

▪                Primera Sinfonía

▪                Scherzo y Finale de la Sinfonía Inconclusa de Schubert 1927-1928

▪                Segunda Sinfonía

▪                “Sexteto 2 violines, 2 violas, cello, contrabajo” 1931-1932

▪                “En primer lugar la Misa soprano, contralto, tenor, Basso y órgano” 1933-1934

▪                “Sonata para piano de segunda” 1934-1935

▪                “Trío con piano, violín y violonchelo” 1935-1936

▪                “En segundo lugar la Misa soprano, contralto, tenor, Basso y el órgano” 1941

▪                Tercera Sinfonía

Lieder

▪                21 Lieder “Intermezzo”

▪                1 Lieder “Rache”

▪                5 Lieder

▪                Un “Ave María”

▪                6 Lieder para pequeña orquesta – 3 de ellos transcritas del ciclo Heine

▪                4 Lieder en inglés

▪                4 Lieder sin palabras

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