LA MEDICINA JUDÍA EN ESPAÑA (*)


En todas las épocas los judíos han favorecido el desarrollo de la ciencia médica, puesto que el judaísmo considera que existe una conexión entre el cuerpo, prestado a los hombres durante su estancia terrena, y el espíritu eterno. Mantener limpio y sano el cuerpo es por lo tanto un deber, una mitsvá

Alguien hizo el cálculo de que, de los 613 preceptos de hacer y no hacer, taasé velo taasé, que contiene la Torá, 213 son de naturaleza higiénica o sanitaria. Los mismos cohanim, aunque no tenían funciones de médicos, eran responsables de hacer cumplir leyes higiénicas. La Torá establece regulaciones sobre como aislar a los infectados, sobre las normas de la vida sexual, sobre el baño, sobre las normas a seguir en la dietética y también sobre el descanso del cuerpo (el shabat). Por su parte, las leyes de la shejitá permitieron que las reses y aves para el consumo humano estuvieran más sanas que entre otros pueblos. De tal manera, que algún pensador con escaso acercamiento a las creencias religiosas pudo pensar que la higiene en el judaísmo se convirtió en dogma para preservar la salud de la comunidad.

Además, la Torá menciona síntomas y remedios de varias enfermedades, como la gonorrea, la epilepsia, la lepra, etc., y marca en numerosos casos lavados de la parte afectada y utilización de remedios como bálsamos, ungüentos y vendas. También los judíos de los tiempos talmúdicos observaron y diagnosticaron enfermedades, tanto de los animales como del hombre, de los pulmones, de la piel, de los riñones, del sistema circulatorio y de los ojos. En algunos tratados talmúdicos se comenta la parálisis producida por lesiones en la espina dorsal, la difícil digestión de las carnes grasas, la bondad de las verduras y del agua, etc. El Talmud ya menciona dos tipos de médicos: el rofé y el rofé umman, esto es, el médico y el cirujano.

Aunque el galut nos puso en contacto con otros pueblos y nos abrimos a sus conocimientos, no cambió mucho la actitud judía, favoreciendo entre los médicos judíos el conocimiento empírico y no el tratamiento milagroso.

La gran variedad de pueblos, geografías y costumbres con las que los judíos hubieron de convivir en sus migraciones influyeron grandemente en el poso de conocimientos de los médicos judíos, constituyéndose en transmisores de la medicina griega al mundo árabe y de la medicina árabe a Europa. Los viajes y migraciones de los judíos, cuya movilidad fue y es una de sus características principales en casi todas las épocas, permitieron que el conocimiento sobre medicina se difundiera con gran rapidez.

Además, como estudiar o enseñar Torá no debía tener remuneración, muchos e importantes rabinos elegían la medicina como medio lícito para obtener su sustento, puesto que en nuestra tradición los médicos debían recibir honorarios adecuados a su trabajo, aunque se les exigía que fueran considerados en su remuneración con las personas de pocos recursos. Todo ello hizo que la profesión médica fuera muy estimada en las comunidades diaspóricas y que los médicos judíos fueran muy apreciados por toda la sociedad. La valoración que los médicos judíos tuvieron en la España medieval se explica por sí sola a través del alto número de médicos judíos que lo fueron de los reyes y de la nobleza.

En la España musulmana ejerció Hasdai ibn Shaprut como médico de Abderrahmán III; Abraham ibn Muhayir en la corte de Al Mutamid de Sevilla; Meir ibn Qamniel y Selomó ibn Al Muallim, ambos sevillanos, ejercieron en la corte de Yusuf ibn Taxfin en Marrakex; Yishaq ibn Yashush ejerció como médico de Ali ben Muyahid y de su hijo, señores de la taifa de Denia; Yonah ibn Biqlaris fue médico en la corte de los Banu Hud de Zaragoza. Y el más importante de todos ellos, Mosé ben Maimon, Maimónides, fue el médico de los gobernadores de Egipto.

En Castilla, numerosos judíos ejercieron como médicos de los reyes. Yosef ibn Ferrusiel, Cidiello, fue médico de Alfonso VI; a él le dedicó una moaxaja Yehudá Haleví, uno de los primeros versos que se conocen de la primitiva lengua española. Yehudá Cohen, Abraham de Toledo y Samuel Leví, fueron médicos destacados en la corte de Alfonso X. Alfonso XI adoptó para el cargo de médico de la corte a Samuel Waqar, de Córdoba. Yosef Waqar fue médico en la corte de Enrique II.

Más tarde, sin embargo, tras las masacres de 1391, los médicos judíos sufrieron restricciones, como la Pragmática de la reina castellana Catalina de Lancaster (1412), cuyo párrafo 2° dispone “que ningunos judíos ni judías ni moro ni mora sean especieros ni boticarios, ni cirujanos, ni médicos”. Es probable que el hecho de dictar esta pragmática esté en relación a que poco antes, en 1410, Meir Alguadex, médico que había sido del difunto Enrique III, fue acusado de haber profanado una hostia, siendo torturado y descuartizado vivo.

En los reinos de Aragón y de Navarra también ejercieron judíos como médicos de la corte. Semuel Benveniste fue médico de D. Manuel, hermano de Pedro IV el Ceremonioso de Aragón. Sheshet Benveniste, de la misma familia, fue médico de Alfonso II y Pedro II de Aragón. Yehudá Bonsenyor vivió en la corte de Jaime II de Aragón. Abiatar Crescas devolvió la vista a Juan II de Aragón (1458-1479) por procedimientos quirúrgicos y el Rab Mayor de Navarra, Yosef Orabuena, fue médico del rey Carlos III de ese país.

Numerosos médicos judíos de la España medieval se dedicaron además a la exégesis bíblica, la filosofía y la poesía, además de la literatura médica. Entre los más prestigiosos médicos escritores de la España musulmana se destacaron: Maimónides, Rambam, con una extensa obra filosófica, religiosa y médica; Abraham ben Maimon, hijo del anterior; Abraham Ibn Muhayir; Abraham ibn Qamniel; Meir ibn Qamniel; Selomó ibn Ayyub; Selomó ibn al-Muallim; Selomó ibn Yaich; Semuel ibn Tibbon; Yehudá ibn Tibbon, traductor al hebreo de numerosas obras escritas en árabe, lo que abrió de manera importante el panorama cultural de los judíos de Europa; Yishaq ibn Yashush y Yonah ibn Biqlaris.

En la España cristiana se destacaron también numerosos escritores médicos: Abraham Shalom; Abraham de Toledo; Semuel Benveniste; Hayim ben Yehudá ibn Musa; Meir Alguadex; Nahmánides, conocido como Ranban, autor de una extensa obra religiosa y moral, que fue Rabino Mayor de Cataluña y ganador moral de la controversia religiosa de Tortosa, lo que le obligó a exiliarse; Mosé Remos, médico mallorquín que ejerció en Sicilia y fue condenado por la Inquisición, escribiendo una elegía antes de su muerte que merecería ser publicada en España; Natan ibn Falaqera; Saul Astruc Hakohen; Semtob ibn Falaqera; Semtob ibn Shaprut; Semuel Waqar; Sheshet Benveniste; Shimon ben Semah Duran (Rasbas), quien salió de Mallorca para Argel tras las matanzas de 1391, donde fue dayán, cuyas responsas son de una importancia extraordinaria; Yehudá Abravanel (León Hebreo), que vivió en el exilio, autor de Los diálogos de amor; Yehudá Alfaqar; Yehudá Bonsenyor; Yehudá Hakohen; Yehudá ibn Shabetai; Profiat Durán, que criticó en Al tehí ha aboteja las conversiones forzadas por los cristianos; Yosef ibn Waqar; Yosef ibn Sabarra, el autor de El libro de los entretenimientos y Zerahya Gracián, que realizó una importante obra de traducción del árabe al hebreo.

También tras la expulsión hubo médicos judeoconversos en España, algunos de los cuales salieron del país para volver al judaísmo de sus mayores.
Mencionaré a Isaac Cardoso, que vivió en Madrid durante el siglo XVII con el nombre de Fernando Cardoso, y que en 1640 fue nombrado médico real, pero que marchó a Venecia para retornar al judaísmo de sus antepasados y desde allí escribió una de las más importantes apologías del judaísmo, Las excelencias y calumnias de los hebreos. Es autor de una interesante obra médica, y de él publiqué hace unos años un curioso libro sobre Las utilidades del agua y de la nieve. Mencionaré también a Baltasar Orobio de Castro, que estudió en Osuna y Alcalá de Henares. Perseguido y encarcelado por la Inquisición de Sevilla, consiguió huir a Toulouse, donde fue nombrado profesor de su Universidad de Medicina. Pero desde allí marchó a Amsterdam, volviendo al judaísmo con el nombre de Isaac y convirtiéndose en un defensor de la ortodoxia judía. Escribió un libro, La observancia de la divina ley de Mosseh, cuya introducción a la edición española escribí hace ya dieciocho años.

Otro de estos médicos fue Miguel de Silveira, que ejerció en Madrid, antes de exiliarse en Nápoles, donde publicó un extenso poema barroco, El Macabeo. Algún otro médico converso, como Diego Mateo López Zapata, fundador de la Academia de Medicina de Sevilla, fue encarcelado y condenado por la Inquisición por judaizante, aunque no salió del país. Pero también desde el retorno de los judíos a la España contemporánea, hubo médicos notorios. Mencionaré a Philiph Hauser, un médico de origen húngaro, el primer médico que tuvo la judería de Tetuán entre 1859 y 1860, que acompañó a los refugiados judíos en Gibraltar y en La Línea durante la guerra hispano-marroquí de 1860. Hauser se estableció después en España, en Sevilla y posteriormente en Madrid, siendo uno de los más interesantes médicos en la lucha contra el cólera, inscribiéndose su acción entre los médicos higienistas.

Fue el primer escritor judío en la España contemporánea, con diversas obras, entre ellas Estudios Médico-Sociales de Sevilla, Madrid desde el punto de vista médico social y La Geografía médica de España. Falleció en Madrid en 1925. Numerosos fueron los médicos del norte de Marruecos que se formaron y ejercieron en España desde finales del siglo XIX. Mencionaré entre los pioneros a Jacob Güitta, que se formó en Sevilla y ejerció en Tánger.

A mí que soy tetuaní, y que empiezo a tener mis años, me gustaría recordar a Salomón Medina, formado en Sevilla, que ejerció la medicina en mi ciudad natal, escribió un libro de poemas, Latidos de Andalucía, y falleció en Madrid, en cuyo cementerio judío está enterrado. También me gustaría recordar a dos médicos de la familia Benhamú, primos entre sí, unos de los cuales, odontólogo, era hijo de un concejal ceutí al que mataron los falangistas tras el alzamiento militar. Y me referiré también a Jacinto Gabizón, que ejerció en Tetuán y falleció en Israel. Su hijo, Abraham (al que también se le conoce como Alberto), Premio Extraordinario por la Universidad de Medicina de Granada, es hoy un investigador oncológico de nivel mundial, y ejerce en el Hospital Shaaré Tsedek de Jerusalén.

Estos no son sino unos pocos de los muchos médicos judíos que se formaron modernamente en las Facultades de Medicina de España, varias decenas, que ejercieron y ejercen su profesión con sabiduría y eficacia. Entre ellos estáis vosotros. Vosotros, que estáis creando una Asociación de Médicos Judíos, para cuyo nombre habéis elegido el de Rambam, el príncipe de los médicos judíos españoles, gloria de Córdoba, de España y del judaísmo. Sois los herederos, como he venido expresando, de una larga y noble tradición. Pero la tradición tiene que estar volcada al futuro. Por ello es importante, que junto al conocimiento y a la ciencia de hoy, mantengáis los principios morales que han conformado a través de los siglos al judío y al médico judío.

En este sentido es interesante el espíritu que contiene el juramento que desde 1952 aceptan los médicos que salen de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que entre otras cosas exige:

Compromiso por entero con la medicina para cumplir sus leyes con rectitud, con inteligencia y voluntad.
Ser valeroso y totalmente dedicado a socorrer al enfermo.
Sopesar el diagnóstico con equilibrio, ayudándose siempre por la experiencia.
Ser fieles al que pone a su confianza en el médico, no revelando sus secretos y no divulgándolos.
Tener abierto el corazón al bienestar del pueblo, para proporcionar alivio a los sufrimientos de las personas.
Honrar y estimar a sus maestros.
Permanecer al lado del hombre enfermo, siempre que sea necesario.
Tener en el mayor aprecio la vida del hombre desde que es concebido en el vientre de su madre, constituyendo su bienestar el primer objetivo.
Ayudar al enfermo, pobre o rico, extranjero o compatriota, sólo porque está enfermo
Es de esta forma, a través del conocimiento médico y de la ética médica, que se ha de aumentar el valor de la medicina en el Am Israel y, por supuesto, en la medicina judía de España, heredera de una nobilísima tradición. Tradición que recogéis vosotros, individualmente y a través de la organización que hoy nace, la Asociación Rambam, a la que personalmente y como presidente de la Federación de Comunidades Judías, deseo el mayor de los éxitos.

(*) Este artículo se publicó en RAMBAM (Asociación Médica Judía de España) y me lo ha facilitado Carlos Braverman (Politólogo y Psicólogo, miembro de la Asociación de Derechos Civiles de Israel y militante por la coexistencia judeo-árabe).


Esta entrada fue publicada en BIOGRAFIAS - HISTORIA. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario